La habitación se veía cada vez más pequeña, los muros susurraban palabras en una lengua ilegible pero muy armoniosa, el aire era espeso y con un gusto a hierba seca.
Eran ellos, lo habían estado observando y querían ayudar. Solo pedían su atención, para eso el debía seguir sin mirar atrás. Era su momento, el que tanto había añorado y diseñado una y otra vez en su mente.
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