El olor a esas antiguas hojas era deleite y un rápido transporte a lugares comunes llenos de escenas subreales, que compartian, de forma magistral, cero conexión y mucho absurdo. Era todo lo que se requería por ahora, un respiro y una gran ilusión.

Mientras lograba que cada simbolo puesto ahí formara palabras, recordaba el sentido de todo y, en especial, de nada, era tal cual a lo diseñado por los sabios, esos que nunca muestran su cara ni menos su mazo. Esto era cada vez mejor y los rasgos de su cara bien lo reflejaban.

Cada 4 páginas, en el exacto centro, había una imagen muy bien ilustrada, de esas que no pretenden mantener un relato, pero lo logran. No estaban ahí por nada, era un premio a llegar cada vez más lejos en el ejercicio. Ya había olvidado el por qué estaba ahí, pero tampoco importaba en realidad.